Una relación eterna

Noemís

Todas queremos tener relaciones eternas, y por lo regular si nos preguntamos cuáles son  nuestras relaciones más cercanas, responderíamos: ‘mis hijos’, ‘mi esposo’, ‘mis padres’, ‘mis hermanos(as) de sangre’, ‘mis amigas’, pero en pocos casos se responde: ‘mi suegra’, o ‘mi nuera’. Quiero compartirte acerca de la relación de una suegra y su nuera que dejaron huella por el amor tan fuerte que hubo entre ellas.

 

Y esta historia es la de Noemí y su nuera Rut, de la cuál aprendemos mucho y estudiaremos en el capítulo uno del libro de Rut.

Rut 1:1-2 “En el tiempo en que Israel era gobernado por caudillos, hubo una época de hambre en toda la región. Entonces un hombre de Belén de Judá, llamado Elimélec, se fue a vivir por algún tiempo al país de Moab. Con él fueron también su esposa Noemí y sus dos hijos, Mahlón y Quilión. Todos ellos eran efrateos, es decir, de Belén. Llegaron, pues, a Moab, y se quedaron a vivir allí.”

 

Noemí fue forzada a emigrar al país de Moab, a causa del hambre que abatió a Israel. tuvo que salir de Belén país donde la miel y la leche fluían, ya que en ese tiempo estaba en hambruna, no había pan, ni siquiera en Belén que significa “casa de pan”. Se estaba cumpliendo lo que Dios había dicho, que por causa del pecado que había en su pueblo, la tierra fértil se tornaría en estéril. Noemí fue humilde y sumisa con su esposo Elimélec, quién llevo a su familia a vivir a Moab, un país pagano, pues en este lugar no se adoraba a Dios, ni se creía en Él, sino en ídolos. Elimélec bien pudo esperar como lo hicieron los demás habitantes en Belen, pero fue impaciente. Cuando enfrentamos situaciones difíciles podemos llegar a ser como Elimélec, queremos salir corriendo cuando surgen los problemas, aunque eso implique alejarnos del pueblo de Dios y eso es señal de una falta de confianza en Dios. Cuando pasas por tiempos de dificultad ¿Cómo reaccionas? ¿buscas la guía y dirección de Dios? ¿anhelas estar cerca de Dios y de la familia espiritual en la iglesia?

 

Rut 1:3-7

“Pero sucedió que murió Elimélec, el marido de Noemí, y ella se quedó sola con sus dos hijos. Más tarde, ellos se casaron con dos mujeres moabitas; una de ellas se llamaba Orfá y la otra Rut. Pero al cabo de unos diez años murieron también Mahlón y Quilión, y Noemí se encontró desamparada, sin hijos y sin marido. Un día Noemí oyó decir en Moab que el Señor se había compadecido de su pueblo y que había puesto fin a la época de hambre. Entonces decidió volver a Judá...”

 

En aquella época, las mujeres al quedar viudas y al no tener ningún protector masculino, perdían todo y por consiguiente dependían económicamente de la sociedad en general. Noemí se enteró que Dios tuvo misericordia de su país de origen y había comida y pan en abundancia, así que pensó en volver de inmediato para allá. Así como la ausencia de alimentos a nuestro cuerpo nos pone en riesgo de morir, de igual forma la ausencia  de los mandatos de Dios en nuestra vida (que es nuestro alimento espiritual), nos traen grandes aflicciones, y si no hay arrepentimiento del pecado corremos el riesgo de una muerte espiritual, por nuestra propia elección. Para Noemí el país de Moab se había convertido en un lugar de melancolía y tristeza, y ella anhelaba ir a su país de origen, anhelaba estar con gente de sus mismas creencias, que pensará igual a ella, que vivieran con una misma fe, amor y temor santo a Dios. Si la tierra nos resulta amarga es para que suspiremos por ir al Cielo. ¿¿Te estás aferrando a un lugar, a una situación o persona que te está causando daño? Aunque tengamos razones buenas para quedarnos en algún mal lugar, si eso nos aleja de Dios no debemos quedarnos allí.

 

Rut 1:7-18

“Entonces decidió volver a Judá y, acompañada de sus nueras, salió del lugar donde vivían; pero en el camino les dijo: —Anden, vuelvan a su casa, con su madre. Que el Señor las trate siempre con bondad, como también ustedes nos trataron a mí y a mis hijos, y que les permita casarse otra vez y formar un hogar feliz. Luego Noemí les dio un beso de despedida, pero ellas se echaron a llorar y le dijeron: —¡No! ¡Nosotras volveremos contigo a tu país! Noemí insistió: —Váyanse, hijas mías, ¿para qué quieren seguir conmigo? Yo ya no voy a tener más hijos que puedan casarse con ustedes. Anden, vuelvan a su casa. Yo soy muy vieja para volverme a casar... v.13b El Señor me ha enviado amargos sufrimientos, pero más amarga sería mi pena si las viera sufrir a ustedes. Ellas se pusieron a llorar nuevamente. Por fin, Orfá se despidió de su suegra con un beso, pero Rut se quedó con ella. Entonces Noemí le dijo: Mira, tu concuñada se vuelve a su país y a sus dioses. Vete tú con ella. Pero Rut le contestó: —¡No me pidas que te deje y que me separe de ti! Iré a donde tú vayas, y viviré donde tú vivas. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios será mi Dios. Moriré donde tú mueras, y allí quiero ser enterrada. ¡Que el Señor me castigue con toda dureza si me separo de ti, a menos que sea por la muerte! Al ver Noemí que Rut estaba decidida a acompañarla, no le insistió más,”

 

Rut y Orfa fueron tan amables que se ofrecieron a acompañarla de regreso a su país. Noemí se había ganado el cariño de sus nueras, se habían mantenido unidas después de haber perdido a sus esposos por quienes tenían una mutua relación; recordemos que las nueras no compartían la misma fe que tenía Noemí, pues ellas tenían devoción por los dioses de su país (v.15), esta diferencia no fue un obstáculo en su relación y en su afecto. Por lo regular nueras y suegras se hallan con frecuencia enfrentadas, peleadas o como rivales, que conviviendo en paz y amor. Noemí pide con mucha gratitud y amabilidad que regresen con su madre, con gran afecto las beso, este beso de despedida era el sello de un profundo y sincero aprecio por sus nueras y Noemí les hace saber que van a estar mucho mejor con sus madres, porque ella ya no tenía nada que ofrecerles, después de insistir varias veces Orfa decide regresar con su madre, pero Rut se aferró a Noemí. ¿Hizo bien Noemí en insistir que sus nueras regresarán a la casa de sus madres? ¿Ella pudo salvarlas de la idolatría en este caso a Orfa, que fue la que regreso, por qué no lo hizo?. Por su parte Rut pone fin al debate de la insistencia de su suegra de regresar, le suplica que no insista que se marche de ella y es firme en su resolución de adherirse a ella y no dejarla jamás. Habla con la seguridad de alguien que ha decidido entregarse a Dios con palabras tan hermosas y llenas de valentía y de compromiso:

  1. Iré contigo a donde quiera que vayas, aunque sea a un país que ella jamás a visto.
  2. Viviré dónde tú vivas, aunque sea en escasez.
  3. Tu pueblo será mi pueblo, compartirá los intereses, los gozos y las penas de su pueblo.
  4. Y tu Dios será mi Dios, renuncia para siempre a sus ídolos, a sus creencias y abraza la fe del verdadero Dios.
  5. Moriré donde tú mueras, y allí seré sepultada, no solo quiere estar unida a su suegra en vida, sino también en muerte y sepultura.

 

La actitud de Rut es un modelo de una persona agradecida, comprometida y devota a Dios. Al ver Noemí la respuesta de Rut, no insistió más y esto es justo lo que Noemí quería cuando comenté de porque no insistió a Orfa que se quedara para librarla de la idolatría, en Rut encontró la respuesta, una mujer convencida y decidida a adorar a Dios. Noemí no quería que la siguieran sólo guiadas por sus emociones, sino que realmente estuvieran convencidas y en Rut vio esta convicción y determinación. Hermana si tu eres suegra, ¿qué tan unida y en comunión estás con tu nuera? ¿Cuanto insistes en ayudarla en su caminar con Dios o sólo le das “por su lado” para no tener conflictos? ¿hay una buena relación de amor, gratitud y respeto? Hermana si eres nuera, ¿estás unida a tu suegra? ¿Respetas, sirves, ayudas y amas a tu suegra?.

 

Rut 1:19-22

“y así las dos siguieron su camino hasta que llegaron a Belén. Cuando entraron en Belén, hubo un gran revuelo en todo el pueblo. Las mujeres decían: —¿No es ésta Noemí? Pero ella les respondía: —Ya no me llamen Noemí; llámenme Mará, porque el Dios todopoderoso me ha llenado de amargura. Salí de aquí con las manos llenas, y ahora las traigo vacías porque así lo ha querido el Señor. ¿Por qué me llaman Noemí, si el Señor todopoderoso me ha condenado y afligido? Así fue como Noemí volvió de Moab con Rut, su nuera moabita. Llegaron a Belén cuando comenzaba la cosecha de la cebada.”

 

La ciudad se conmovió por causa de Noemí, al verla viuda y sin hijos, y acompañada de una nuera también viuda, suscitó la compasión de todo el vecindario, quien la conocía de años anteriores se sorprendieron de verla. Las aflicciones y los pesares alteran el rostro como el carácter de las personas hasta hacerlas irreconocibles, Dios en su amor y misericordia nos ayuda ante tales cambios, sufrimientos, aflicciones y tristezas. Noemí alterada por tanta aflicción les dice que ya no la llamen Noemí que significa dulce, amable o placentera, sino les pide la llamen Mara que significa amargura. Es interesante que menciona que se fue con las manos llenas, cuando la razón por la que se fueron es que no tenían nada para comer en esa época de hambruna, y quizá para ella el decir que estaba llena cuando se fue es porque se refería a que tenía a su esposo y dos hijos vivos. Hay un dicho popular que dice que “nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde” como mujeres podemos sentirnos que nos faltan muchas cosas, nos quejamos por las carencias de la vida y las malas circunstancias y podemos dejar de apreciar lo que es verdaderamente valioso: nuestras relaciones! el tener una relación con Dios, con nuestros seres amados y familia, eso es realmente lo que nos llena. Las circunstancias cambian, a veces viviremos en abundancia, otras en escasez, pero la relación que estamos construyendo con Dios es para la eternidad! Y Dios mismo nos enseña a construir relaciones duraderas y valiosas con otros. Noemí reconoce que el dolor la había vuelto amarga y dice que el Señor todopoderoso la había afligido, pero aún reconociendo su condición ella regresa a Dios, a estar con su pueblo elegido mostrando su fe en que Dios vacía, pero también confiando en que Dios vuelve a llenar. Si Dios ha decidido amargarla de momento por las aflicciones ella se somete a sus inescrutables decisiones. Atravesar una aflicción confiando en la voluntad perfecta de Dios y en que Él esta en control total, nos hace bien, ya que como dice en Romanos 5:3-4 “El sufrimiento produce perseverancia, entereza de carácter y esperanza”.

Querida hermana imitemos el ejemplo de Noemí para aceptar y confiar en el plan de Dios y a pesar del sufrimiento que llegue a nuestra vida, mantenernos fieles en nuestra fe y seguir construyendo una relación para la eternidad con nuestro Padre Celestial, que se vea reflejada también en nuestra relación como suegra o nuera, y así como Noemí y Rut poder brillar para la gloria de Dios!

Ángeles Ángel de García